Historia del Colegio
domingo, 19 de julio de 2009
Historia del Colegio
La instrucción secundaria en la joven República de Panamá se venía impartiendo en muy diferentes y separados centros, algo que implicaba grandes erogaciones al Fisco Nacional.
Había una Escuela Normal y una Superior para Varones, Colegios para Comercios e Industrias con una verdadera anarquía en cuanto al mantenimiento de la uniformidad en sus planes de estudios.
El Presidente José Domingo de Obaldía y el Secretario de Instrucción Pública, Dr. Eusebio A. Morales, se podían sentir muy felices por esfuerzo tan grande que habían llevado a cabo al unir todos estos planteles en uno solo: El Instituto Nacional y que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909. Se utilizó un edificio en la Calle 14 Oeste de esta ciudad (en la actualidad ocupado por la Escuela Manuel José Hurtado), que resultó pequeño desde el primer momento para la matrícula inicial de 298 alumnos distribuidos entre las Secciones Normal, Humanidades, Comercial y Técnica.
La rectoría le fue confiada a un gran pedagogo y hombre de letras, Don Justo A. Facio, panameño de nacimiento, pero quien desde muy pequeño había vivido en Costa Rica.
La idea para crear un gran centro de enseñanza en Panamá se empezó a gastar bajo la administración del Dr. Manuel Amador Guerrero y su Secretario de Instrucción Pública, Don Melchor Lasso de la Vega.
El Poder Ejecutivo sancionó una ley en tal sentido, el 31 de mayo de 1907, pero no vio su ejecución real hasta marzo de 1909. Llevada a cabo la inauguración del Instituto Nacional el 25 de abril de 1909 como ya fue citado, muy pronto empezaron a germinar proyectos para la construcción de un gran edificio para este centro educativo que tuviera mayores facilidades, condiciones técnico-pedagógicas y que fuera un orgullo para todos los panameños.
El Presidente de Obaldía le brindó de inmediato un apoyo total a esa obra y desplegó enormes esfuerzos para llevarla a cabo. Se gestionó la compra del terreno a muy buen precio, en una colina a las faldas del Cerro Ancón, propiedad de la familia Díaz y con una extensión de más de una hectárea.
Los planos se encomendaron al reconocido arquitecto italiano Genaro Ruggieri y la construcción de la obra al ingeniero Florencio Harmodio Arosemena. Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal, este último próximo a inaugurarse.
El Instituto Nacional vendría a ser el cuarto pilar de esta extraordinaria serie de construcciones que empezaban a proyectar la imagen de una gran metrópoli a la ciudad capitalina.
El complejo educativo tendría cinco (5) edificios, incluyendo salones de clases, dispensarios, enfermería, dormitorios, laboratorios, museo, gimnasio, biblioteca, comedor y cocina.
Una gran pared de regular altura se levantaría alrededor y que sirviera no solo como un elemento decorativo de importancia, sino también como muro para controlar la disciplina de los alumnos internos.
Unas grandes figuras ornamentales se compraron en Italia, que luego representaron un reto a la ingeniería para levantarlas hasta el sitial donde se encuentran actualmente. Tomó alrededor de dos días y un gran equipo de trabajo bajo la dirección de Don Alfonso Fernández, un reconocido maestro de obras, con mucho ingenio y experiencia que ya había demostrado en el proyecto arquitectónico del Palacio Municipal.
La construcción general era de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa. A cada lado de las escalinatas centrales y custodiando las puertas de entrada, se colocaron dos enormes esfinges de bronce, que han mantenido a través de los años su mirada adusta y seria vigilando las puertas del Instituto.
En lo más alto de la pared principal, dos grandes ángulos que convergen hacia el centro, como símbolo de protección perpetua para sus aguiluchos.
El Presidente de Obaldía no pudo ver realizado su hermoso sueño de dotar al Instituto Nacional de los nuevos edificios, pues había fallecido de un ataque cardíaco en mayo 1910. Le tocó al Presidente Pablo Arosemena, inaugurar esta sede el domingo 18 de junio de 1911, por la noche cuando prestigió con su presencia y la de su gabinete un esplendoroso acto social, llevado a cabo en el Aula Máxima de ese plantel, el más hermoso salón de reuniones de esa época.
Se había repartido un gran número de invitaciones y asistió una selecta concurrencia, que dio muchísimo realce a la ceremonia. El plantel entero se encontraba iluminado presentando una imponente y majestuosa apariencia. El patio también estaba con luces de grandes faroles.
La parte musical estuvo a cargo de las Bandas Republicanas y del Cuerpo de Bomberos, con muy apropiadas selecciones. El cuerpo consular y diplomático en pleno, así como todos los altos funcionarios del gobierno también presenciaron esta inauguración.
Las damas, muy bellamente arregladas y vestidas, engalanaban esa noche que pasó a la historia como uno de los mejores actos programados hasta entonces.
Le tocó al Secretario de Instrucción Pública, Dr. Heliodoro Patiño, pronunciar el discurso inicial en nombre del Gobierno Nacional. Rindió tributo, en su formidable pieza oratoria, a la administración bajo cuya dirección se había terminado tan magnificente obra. Delineó claramente los objetivos que se perseguían con el Instituto Nacional y expresó asimismo las esperanzas que representaban los beneficios duraderos que traería para las generaciones de jóvenes de Panamá.
Respondió a estas elocuentes palabras el Rector del plante. Terminada la ceremonia, la concurrencia bajó las escalinatas hacia el vestíbulo donde se brindó con champagne. Más tarde se distribuyeron botones de rosas escogidas y atadas con cintas de seda que llevaban una inscripción alusiva al acto.
Se procedió posteriormente a dotar las aulas y oficinas con todo lo necesario para el inicio de clases y se nombró mediante el Decreto Ejecutivo No. 80 al personal de educadores:
Rector:
Dr. George Goetz
Director Sección Normal:
Dr. Richard Newman
Profesores:
Etica:
J. D. Moscote
Psicología y Lógica:
Eusebio A. Morales
Pedagogía:
George Goetz
Español:
Dr. José Herrera y Alfonso Fábrega
Inglés:
John Stewart
Francés:
Manuel Patiño
Alemán:
Richard Newmann y George Goetz
Historia:
Ricardo J. Alfaro
Arte:
George Goetz
Geografía:
Richard Newmann, George Goetz y Ernesto Stoltz
Ciencias Naturales:
Otto Lutz y R. T. Marqués
Física:
Eugenio Lutz
Química:
Silvio Pelizzolo
Dibujo:
Fco. Vallarino
Artes Manuales:
Daniel Montón
Canto:
Narciso Garay
Recitación:
George Goetz
Matemáticas:
Eugenio Lutz, Lorenzo Barraza Y Ernesto Stoltz
Gimnasia Y Deportes:
G.L. Michand
Música:
Narciso Y Nicole Garay
Antropología E Higiene:
Umberto Paoli
Se programó para una matrícula de 1,000 alumnos (externos) y 200 internos. Las clases se iniciaron formalmente el día 15 de julio.
Desde los primeros días se notó una gran disciplina y enorme deseo de superación y de aprendizaje de los alumnos. El licenciado Manuel Roy, primer egresado del Instituto Nacional en llegar a ocupar la rectoría del mismo, acuñó varios años después el lema:
"Todo por la gloria institutora"
que ha servido de guía a este plantel a través de los años. La visión de grandeza en el aspecto educativo que siempre mantuvo el Presidente José Domingo de Obaldía le hizo concebir esos majestuosos edificios y la organización para una instrucción superior en la nación.
Y desde su noche inaugural el Instituto Nacional y sus aguiluchos han transitado por la historia patria, en todas las posiciones y trincheras. Imprimiendo un sello de acendrado patriotismo y reciedumbre, firmeza y decisión, como verdaderos "cariátides de bronce".
La necesidad de crear un centro educativo de primer nivel, capaz de formar profesionales para el desarrollo del país, surge durante la administración del presidente José Domingo De Obaldía y su secretario de Instrucción Pública, Eusebio A. Morales.
Es así, como el Instituto Nacional abre sus puertas un 25 de abril de 1909, utilizando como centro, un pequeño edificio en la ciudad capital, en donde albergó inicialmente una matrícula de 298 alumnos, bajo la rectoría del pedagogo e intelectual panameño, don Justo Facio.
Fue entonces cuando el presidente De Obaldía impulsó el proyecto de construir un gran edificio para el Instituto Nacional, que fuera a la vez orgullo nacional.Para eso se adquirió una hectárea de terreno en una colina, en las faldas del Cerro Ancón en la ciudad de Panamá.
Al reconocido arquitecto italiano, Genaro Ruggieri, se le encargaron los planos, mientras que la obra fue dirigida por el ingeniero Florencio Harmodio Arosemena.
Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal. El complejo educativo constó de cinco pabellones.
En su punto más alto se le decoró con unas grandes figuras femeninas de bronce que sostienen la bandera y el escudo de armas de la naciente República. Al centro, entre ambas figuras, vemos dos grandes águilas de bronce que simbolizan la protección perpetua de los aguiluchos, como se les conoce a sus estudiantes.
Ya en la entrada principal del edificio, a cada lado de las escalinatas de acceso, se plantaron dos enormes esfinges de bronce, traídas desde Italia y esculpidas por Gaetano Chiaremonte. Ambas significan sabiduría y genialidad. Su cabeza, la razón; el cuerpo de león, bravura; y sus alas, la libertad.
La construcción general del edificio es de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa.
Correspondió al presidente Pablo Arosemena inaugurar la sede educativa, un domingo 18 de junio de 1911, siendo secretario de Instrucción Pública Heliodoro Patiño y rector, el profesor germano George Goetz Como fecha inaugural se señala el 17 de julio de 1909; pero los apuntes de historiadores indican que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909.
Hoy día, a casi un siglo de su construcción, y tras seis años de trabajo de restauración, por el orden de los 8.3 millones de dólares, el emblemático edificio del Instituto Nacional de Panamá vuelve a lucir su antiguo esplendor. Sin embargo, la arquitectura más difícil de recobrar, fue su edificio principal que aloja la Rectoría, las oficinas administrativas y el Aula Máxima. Los trabajos se reanudaron en abril de 2005 a un costo de 3 millones 300 mil dólares.
Ese edificio, de corte neoclásico, hubo que restaurarlo con cuidado por sus detalles arquitectónicos. Los trabajos de restauración lograron detener el deterioro de las enigmáticas esfinges y restaurar su belleza original. Algunos orificios de bala en sus costados, se dejaron intactos como legado para las nuevas generaciones.
Viejas fotografías y recuerdos de ex alumnos permitieron recrear el color dorado quemado en la fachada del pabellón histórico. El friso griego de mármol, con alegorías a las artes, ciencias y el comercio, fue restaurado. También la placa con el nombre y fecha de fundación del colegio.
Uno de los principales ambientes del edificio luce hoy su brillo original gracias a la memoria de los alumnos. Según los expertos del proyecto de restauración, hubo que recurrir al recuerdo de los ex alumnos para lograr el tinte natural del predio.
El piso de granito y mármol de carrara se pulió; igual que los salones con sus mosaicos masónicos, y las históricas puertas de madera fueron renovadas.
El piso de las aulas superiores, elaborado con caoba nacional, y los servicios sanitarios de damas y caballeros reflejan -tras los arreglos- elegancia por sus baldosas, mobiliario y grifería, recobrando así "la mística y espíritu" que caracterizó, en el pasado, a este templo del saber, que supo ganar su lugar en la historia de Panamá.
Una mística que llenó de coraje y amor a sus estudiantes, quienes un 9 de enero de 1964, se lanzaron a las calles, luchando por la soberanía de la Zona del Canal
Había una Escuela Normal y una Superior para Varones, Colegios para Comercios e Industrias con una verdadera anarquía en cuanto al mantenimiento de la uniformidad en sus planes de estudios.
El Presidente José Domingo de Obaldía y el Secretario de Instrucción Pública, Dr. Eusebio A. Morales, se podían sentir muy felices por esfuerzo tan grande que habían llevado a cabo al unir todos estos planteles en uno solo: El Instituto Nacional y que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909. Se utilizó un edificio en la Calle 14 Oeste de esta ciudad (en la actualidad ocupado por la Escuela Manuel José Hurtado), que resultó pequeño desde el primer momento para la matrícula inicial de 298 alumnos distribuidos entre las Secciones Normal, Humanidades, Comercial y Técnica.
La rectoría le fue confiada a un gran pedagogo y hombre de letras, Don Justo A. Facio, panameño de nacimiento, pero quien desde muy pequeño había vivido en Costa Rica.
La idea para crear un gran centro de enseñanza en Panamá se empezó a gastar bajo la administración del Dr. Manuel Amador Guerrero y su Secretario de Instrucción Pública, Don Melchor Lasso de la Vega.
El Poder Ejecutivo sancionó una ley en tal sentido, el 31 de mayo de 1907, pero no vio su ejecución real hasta marzo de 1909. Llevada a cabo la inauguración del Instituto Nacional el 25 de abril de 1909 como ya fue citado, muy pronto empezaron a germinar proyectos para la construcción de un gran edificio para este centro educativo que tuviera mayores facilidades, condiciones técnico-pedagógicas y que fuera un orgullo para todos los panameños.
El Presidente de Obaldía le brindó de inmediato un apoyo total a esa obra y desplegó enormes esfuerzos para llevarla a cabo. Se gestionó la compra del terreno a muy buen precio, en una colina a las faldas del Cerro Ancón, propiedad de la familia Díaz y con una extensión de más de una hectárea.
Los planos se encomendaron al reconocido arquitecto italiano Genaro Ruggieri y la construcción de la obra al ingeniero Florencio Harmodio Arosemena. Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal, este último próximo a inaugurarse.
El Instituto Nacional vendría a ser el cuarto pilar de esta extraordinaria serie de construcciones que empezaban a proyectar la imagen de una gran metrópoli a la ciudad capitalina.
El complejo educativo tendría cinco (5) edificios, incluyendo salones de clases, dispensarios, enfermería, dormitorios, laboratorios, museo, gimnasio, biblioteca, comedor y cocina.
Una gran pared de regular altura se levantaría alrededor y que sirviera no solo como un elemento decorativo de importancia, sino también como muro para controlar la disciplina de los alumnos internos.
Unas grandes figuras ornamentales se compraron en Italia, que luego representaron un reto a la ingeniería para levantarlas hasta el sitial donde se encuentran actualmente. Tomó alrededor de dos días y un gran equipo de trabajo bajo la dirección de Don Alfonso Fernández, un reconocido maestro de obras, con mucho ingenio y experiencia que ya había demostrado en el proyecto arquitectónico del Palacio Municipal.
La construcción general era de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa. A cada lado de las escalinatas centrales y custodiando las puertas de entrada, se colocaron dos enormes esfinges de bronce, que han mantenido a través de los años su mirada adusta y seria vigilando las puertas del Instituto.
En lo más alto de la pared principal, dos grandes ángulos que convergen hacia el centro, como símbolo de protección perpetua para sus aguiluchos.
El Presidente de Obaldía no pudo ver realizado su hermoso sueño de dotar al Instituto Nacional de los nuevos edificios, pues había fallecido de un ataque cardíaco en mayo 1910. Le tocó al Presidente Pablo Arosemena, inaugurar esta sede el domingo 18 de junio de 1911, por la noche cuando prestigió con su presencia y la de su gabinete un esplendoroso acto social, llevado a cabo en el Aula Máxima de ese plantel, el más hermoso salón de reuniones de esa época.
Se había repartido un gran número de invitaciones y asistió una selecta concurrencia, que dio muchísimo realce a la ceremonia. El plantel entero se encontraba iluminado presentando una imponente y majestuosa apariencia. El patio también estaba con luces de grandes faroles.
La parte musical estuvo a cargo de las Bandas Republicanas y del Cuerpo de Bomberos, con muy apropiadas selecciones. El cuerpo consular y diplomático en pleno, así como todos los altos funcionarios del gobierno también presenciaron esta inauguración.
Las damas, muy bellamente arregladas y vestidas, engalanaban esa noche que pasó a la historia como uno de los mejores actos programados hasta entonces.
Le tocó al Secretario de Instrucción Pública, Dr. Heliodoro Patiño, pronunciar el discurso inicial en nombre del Gobierno Nacional. Rindió tributo, en su formidable pieza oratoria, a la administración bajo cuya dirección se había terminado tan magnificente obra. Delineó claramente los objetivos que se perseguían con el Instituto Nacional y expresó asimismo las esperanzas que representaban los beneficios duraderos que traería para las generaciones de jóvenes de Panamá.
Respondió a estas elocuentes palabras el Rector del plante. Terminada la ceremonia, la concurrencia bajó las escalinatas hacia el vestíbulo donde se brindó con champagne. Más tarde se distribuyeron botones de rosas escogidas y atadas con cintas de seda que llevaban una inscripción alusiva al acto.
Se procedió posteriormente a dotar las aulas y oficinas con todo lo necesario para el inicio de clases y se nombró mediante el Decreto Ejecutivo No. 80 al personal de educadores:
Rector:
Dr. George Goetz
Director Sección Normal:
Dr. Richard Newman
Profesores:
Etica:
J. D. Moscote
Psicología y Lógica:
Eusebio A. Morales
Pedagogía:
George Goetz
Español:
Dr. José Herrera y Alfonso Fábrega
Inglés:
John Stewart
Francés:
Manuel Patiño
Alemán:
Richard Newmann y George Goetz
Historia:
Ricardo J. Alfaro
Arte:
George Goetz
Geografía:
Richard Newmann, George Goetz y Ernesto Stoltz
Ciencias Naturales:
Otto Lutz y R. T. Marqués
Física:
Eugenio Lutz
Química:
Silvio Pelizzolo
Dibujo:
Fco. Vallarino
Artes Manuales:
Daniel Montón
Canto:
Narciso Garay
Recitación:
George Goetz
Matemáticas:
Eugenio Lutz, Lorenzo Barraza Y Ernesto Stoltz
Gimnasia Y Deportes:
G.L. Michand
Música:
Narciso Y Nicole Garay
Antropología E Higiene:
Umberto Paoli
Se programó para una matrícula de 1,000 alumnos (externos) y 200 internos. Las clases se iniciaron formalmente el día 15 de julio.
Desde los primeros días se notó una gran disciplina y enorme deseo de superación y de aprendizaje de los alumnos. El licenciado Manuel Roy, primer egresado del Instituto Nacional en llegar a ocupar la rectoría del mismo, acuñó varios años después el lema:
"Todo por la gloria institutora"
que ha servido de guía a este plantel a través de los años. La visión de grandeza en el aspecto educativo que siempre mantuvo el Presidente José Domingo de Obaldía le hizo concebir esos majestuosos edificios y la organización para una instrucción superior en la nación.
Y desde su noche inaugural el Instituto Nacional y sus aguiluchos han transitado por la historia patria, en todas las posiciones y trincheras. Imprimiendo un sello de acendrado patriotismo y reciedumbre, firmeza y decisión, como verdaderos "cariátides de bronce".
La necesidad de crear un centro educativo de primer nivel, capaz de formar profesionales para el desarrollo del país, surge durante la administración del presidente José Domingo De Obaldía y su secretario de Instrucción Pública, Eusebio A. Morales.
Es así, como el Instituto Nacional abre sus puertas un 25 de abril de 1909, utilizando como centro, un pequeño edificio en la ciudad capital, en donde albergó inicialmente una matrícula de 298 alumnos, bajo la rectoría del pedagogo e intelectual panameño, don Justo Facio.
Fue entonces cuando el presidente De Obaldía impulsó el proyecto de construir un gran edificio para el Instituto Nacional, que fuera a la vez orgullo nacional.Para eso se adquirió una hectárea de terreno en una colina, en las faldas del Cerro Ancón en la ciudad de Panamá.
Al reconocido arquitecto italiano, Genaro Ruggieri, se le encargaron los planos, mientras que la obra fue dirigida por el ingeniero Florencio Harmodio Arosemena.
Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal. El complejo educativo constó de cinco pabellones.
En su punto más alto se le decoró con unas grandes figuras femeninas de bronce que sostienen la bandera y el escudo de armas de la naciente República. Al centro, entre ambas figuras, vemos dos grandes águilas de bronce que simbolizan la protección perpetua de los aguiluchos, como se les conoce a sus estudiantes.
Ya en la entrada principal del edificio, a cada lado de las escalinatas de acceso, se plantaron dos enormes esfinges de bronce, traídas desde Italia y esculpidas por Gaetano Chiaremonte. Ambas significan sabiduría y genialidad. Su cabeza, la razón; el cuerpo de león, bravura; y sus alas, la libertad.
La construcción general del edificio es de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa.
Correspondió al presidente Pablo Arosemena inaugurar la sede educativa, un domingo 18 de junio de 1911, siendo secretario de Instrucción Pública Heliodoro Patiño y rector, el profesor germano George Goetz Como fecha inaugural se señala el 17 de julio de 1909; pero los apuntes de historiadores indican que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909.
Hoy día, a casi un siglo de su construcción, y tras seis años de trabajo de restauración, por el orden de los 8.3 millones de dólares, el emblemático edificio del Instituto Nacional de Panamá vuelve a lucir su antiguo esplendor. Sin embargo, la arquitectura más difícil de recobrar, fue su edificio principal que aloja la Rectoría, las oficinas administrativas y el Aula Máxima. Los trabajos se reanudaron en abril de 2005 a un costo de 3 millones 300 mil dólares.
Ese edificio, de corte neoclásico, hubo que restaurarlo con cuidado por sus detalles arquitectónicos. Los trabajos de restauración lograron detener el deterioro de las enigmáticas esfinges y restaurar su belleza original. Algunos orificios de bala en sus costados, se dejaron intactos como legado para las nuevas generaciones.
Viejas fotografías y recuerdos de ex alumnos permitieron recrear el color dorado quemado en la fachada del pabellón histórico. El friso griego de mármol, con alegorías a las artes, ciencias y el comercio, fue restaurado. También la placa con el nombre y fecha de fundación del colegio.
Uno de los principales ambientes del edificio luce hoy su brillo original gracias a la memoria de los alumnos. Según los expertos del proyecto de restauración, hubo que recurrir al recuerdo de los ex alumnos para lograr el tinte natural del predio.
El piso de granito y mármol de carrara se pulió; igual que los salones con sus mosaicos masónicos, y las históricas puertas de madera fueron renovadas.
El piso de las aulas superiores, elaborado con caoba nacional, y los servicios sanitarios de damas y caballeros reflejan -tras los arreglos- elegancia por sus baldosas, mobiliario y grifería, recobrando así "la mística y espíritu" que caracterizó, en el pasado, a este templo del saber, que supo ganar su lugar en la historia de Panamá.
Una mística que llenó de coraje y amor a sus estudiantes, quienes un 9 de enero de 1964, se lanzaron a las calles, luchando por la soberanía de la Zona del Canal
La instrucción secundaria en la joven República de Panamá se venía impartiendo en muy diferentes y separados centros, algo que implicaba grandes erogaciones al Fisco Nacional.
Había una Escuela Normal y una Superior para Varones, Colegios para Comercios e Industrias con una verdadera anarquía en cuanto al mantenimiento de la uniformidad en sus planes de estudios.
El Presidente José Domingo de Obaldía y el Secretario de Instrucción Pública, Dr. Eusebio A. Morales, se podían sentir muy felices por esfuerzo tan grande que habían llevado a cabo al unir todos estos planteles en uno solo: El Instituto Nacional y que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909. Se utilizó un edificio en la Calle 14 Oeste de esta ciudad (en la actualidad ocupado por la Escuela Manuel José Hurtado), que resultó pequeño desde el primer momento para la matrícula inicial de 298 alumnos distribuidos entre las Secciones Normal, Humanidades, Comercial y Técnica.
La rectoría le fue confiada a un gran pedagogo y hombre de letras, Don Justo A. Facio, panameño de nacimiento, pero quien desde muy pequeño había vivido en Costa Rica.
La idea para crear un gran centro de enseñanza en Panamá se empezó a gastar bajo la administración del Dr. Manuel Amador Guerrero y su Secretario de Instrucción Pública, Don Melchor Lasso de la Vega.
El Poder Ejecutivo sancionó una ley en tal sentido, el 31 de mayo de 1907, pero no vio su ejecución real hasta marzo de 1909. Llevada a cabo la inauguración del Instituto Nacional el 25 de abril de 1909 como ya fue citado, muy pronto empezaron a germinar proyectos para la construcción de un gran edificio para este centro educativo que tuviera mayores facilidades, condiciones técnico-pedagógicas y que fuera un orgullo para todos los panameños.
El Presidente de Obaldía le brindó de inmediato un apoyo total a esa obra y desplegó enormes esfuerzos para llevarla a cabo. Se gestionó la compra del terreno a muy buen precio, en una colina a las faldas del Cerro Ancón, propiedad de la familia Díaz y con una extensión de más de una hectárea.
Los planos se encomendaron al reconocido arquitecto italiano Genaro Ruggieri y la construcción de la obra al ingeniero Florencio Harmodio Arosemena. Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal, este último próximo a inaugurarse.
El Instituto Nacional vendría a ser el cuarto pilar de esta extraordinaria serie de construcciones que empezaban a proyectar la imagen de una gran metrópoli a la ciudad capitalina.
El complejo educativo tendría cinco (5) edificios, incluyendo salones de clases, dispensarios, enfermería, dormitorios, laboratorios, museo, gimnasio, biblioteca, comedor y cocina.
Una gran pared de regular altura se levantaría alrededor y que sirviera no solo como un elemento decorativo de importancia, sino también como muro para controlar la disciplina de los alumnos internos.
Unas grandes figuras ornamentales se compraron en Italia, que luego representaron un reto a la ingeniería para levantarlas hasta el sitial donde se encuentran actualmente. Tomó alrededor de dos días y un gran equipo de trabajo bajo la dirección de Don Alfonso Fernández, un reconocido maestro de obras, con mucho ingenio y experiencia que ya había demostrado en el proyecto arquitectónico del Palacio Municipal.
La construcción general era de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa. A cada lado de las escalinatas centrales y custodiando las puertas de entrada, se colocaron dos enormes esfinges de bronce, que han mantenido a través de los años su mirada adusta y seria vigilando las puertas del Instituto.
En lo más alto de la pared principal, dos grandes ángulos que convergen hacia el centro, como símbolo de protección perpetua para sus aguiluchos.
El Presidente de Obaldía no pudo ver realizado su hermoso sueño de dotar al Instituto Nacional de los nuevos edificios, pues había fallecido de un ataque cardíaco en mayo 1910. Le tocó al Presidente Pablo Arosemena, inaugurar esta sede el domingo 18 de junio de 1911, por la noche cuando prestigió con su presencia y la de su gabinete un esplendoroso acto social, llevado a cabo en el Aula Máxima de ese plantel, el más hermoso salón de reuniones de esa época.
Se había repartido un gran número de invitaciones y asistió una selecta concurrencia, que dio muchísimo realce a la ceremonia. El plantel entero se encontraba iluminado presentando una imponente y majestuosa apariencia. El patio también estaba con luces de grandes faroles.
La parte musical estuvo a cargo de las Bandas Republicanas y del Cuerpo de Bomberos, con muy apropiadas selecciones. El cuerpo consular y diplomático en pleno, así como todos los altos funcionarios del gobierno también presenciaron esta inauguración.
Las damas, muy bellamente arregladas y vestidas, engalanaban esa noche que pasó a la historia como uno de los mejores actos programados hasta entonces.
Le tocó al Secretario de Instrucción Pública, Dr. Heliodoro Patiño, pronunciar el discurso inicial en nombre del Gobierno Nacional. Rindió tributo, en su formidable pieza oratoria, a la administración bajo cuya dirección se había terminado tan magnificente obra. Delineó claramente los objetivos que se perseguían con el Instituto Nacional y expresó asimismo las esperanzas que representaban los beneficios duraderos que traería para las generaciones de jóvenes de Panamá.
Respondió a estas elocuentes palabras el Rector del plante. Terminada la ceremonia, la concurrencia bajó las escalinatas hacia el vestíbulo donde se brindó con champagne. Más tarde se distribuyeron botones de rosas escogidas y atadas con cintas de seda que llevaban una inscripción alusiva al acto.
Se procedió posteriormente a dotar las aulas y oficinas con todo lo necesario para el inicio de clases y se nombró mediante el Decreto Ejecutivo No. 80 al personal de educadores:
Rector:
Dr. George Goetz
Director Sección Normal:
Dr. Richard Newman
Profesores:
Etica:
J. D. Moscote
Psicología y Lógica:
Eusebio A. Morales
Pedagogía:
George Goetz
Español:
Dr. José Herrera y Alfonso Fábrega
Inglés:
John Stewart
Francés:
Manuel Patiño
Alemán:
Richard Newmann y George Goetz
Historia:
Ricardo J. Alfaro
Arte:
George Goetz
Geografía:
Richard Newmann, George Goetz y Ernesto Stoltz
Ciencias Naturales:
Otto Lutz y R. T. Marqués
Física:
Eugenio Lutz
Química:
Silvio Pelizzolo
Dibujo:
Fco. Vallarino
Artes Manuales:
Daniel Montón
Canto:
Narciso Garay
Recitación:
George Goetz
Matemáticas:
Eugenio Lutz, Lorenzo Barraza Y Ernesto Stoltz
Gimnasia Y Deportes:
G.L. Michand
Música:
Narciso Y Nicole Garay
Antropología E Higiene:
Umberto Paoli
Se programó para una matrícula de 1,000 alumnos (externos) y 200 internos. Las clases se iniciaron formalmente el día 15 de julio.
Desde los primeros días se notó una gran disciplina y enorme deseo de superación y de aprendizaje de los alumnos. El licenciado Manuel Roy, primer egresado del Instituto Nacional en llegar a ocupar la rectoría del mismo, acuñó varios años después el lema:
"Todo por la gloria institutora"
que ha servido de guía a este plantel a través de los años. La visión de grandeza en el aspecto educativo que siempre mantuvo el Presidente José Domingo de Obaldía le hizo concebir esos majestuosos edificios y la organización para una instrucción superior en la nación.
Y desde su noche inaugural el Instituto Nacional y sus aguiluchos han transitado por la historia patria, en todas las posiciones y trincheras. Imprimiendo un sello de acendrado patriotismo y reciedumbre, firmeza y decisión, como verdaderos "cariátides de bronce".
La necesidad de crear un centro educativo de primer nivel, capaz de formar profesionales para el desarrollo del país, surge durante la administración del presidente José Domingo De Obaldía y su secretario de Instrucción Pública, Eusebio A. Morales.
Es así, como el Instituto Nacional abre sus puertas un 25 de abril de 1909, utilizando como centro, un pequeño edificio en la ciudad capital, en donde albergó inicialmente una matrícula de 298 alumnos, bajo la rectoría del pedagogo e intelectual panameño, don Justo Facio.
Fue entonces cuando el presidente De Obaldía impulsó el proyecto de construir un gran edificio para el Instituto Nacional, que fuera a la vez orgullo nacional.Para eso se adquirió una hectárea de terreno en una colina, en las faldas del Cerro Ancón en la ciudad de Panamá.
Al reconocido arquitecto italiano, Genaro Ruggieri, se le encargaron los planos, mientras que la obra fue dirigida por el ingeniero Florencio Harmodio Arosemena.
Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal. El complejo educativo constó de cinco pabellones.
En su punto más alto se le decoró con unas grandes figuras femeninas de bronce que sostienen la bandera y el escudo de armas de la naciente República. Al centro, entre ambas figuras, vemos dos grandes águilas de bronce que simbolizan la protección perpetua de los aguiluchos, como se les conoce a sus estudiantes.
Ya en la entrada principal del edificio, a cada lado de las escalinatas de acceso, se plantaron dos enormes esfinges de bronce, traídas desde Italia y esculpidas por Gaetano Chiaremonte. Ambas significan sabiduría y genialidad. Su cabeza, la razón; el cuerpo de león, bravura; y sus alas, la libertad.
La construcción general del edificio es de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa.
Correspondió al presidente Pablo Arosemena inaugurar la sede educativa, un domingo 18 de junio de 1911, siendo secretario de Instrucción Pública Heliodoro Patiño y rector, el profesor germano George Goetz Como fecha inaugural se señala el 17 de julio de 1909; pero los apuntes de historiadores indican que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909.
Hoy día, a casi un siglo de su construcción, y tras seis años de trabajo de restauración, por el orden de los 8.3 millones de dólares, el emblemático edificio del Instituto Nacional de Panamá vuelve a lucir su antiguo esplendor. Sin embargo, la arquitectura más difícil de recobrar, fue su edificio principal que aloja la Rectoría, las oficinas administrativas y el Aula Máxima. Los trabajos se reanudaron en abril de 2005 a un costo de 3 millones 300 mil dólares.
Ese edificio, de corte neoclásico, hubo que restaurarlo con cuidado por sus detalles arquitectónicos. Los trabajos de restauración lograron detener el deterioro de las enigmáticas esfinges y restaurar su belleza original. Algunos orificios de bala en sus costados, se dejaron intactos como legado para las nuevas generaciones.
Viejas fotografías y recuerdos de ex alumnos permitieron recrear el color dorado quemado en la fachada del pabellón histórico. El friso griego de mármol, con alegorías a las artes, ciencias y el comercio, fue restaurado. También la placa con el nombre y fecha de fundación del colegio.
Uno de los principales ambientes del edificio luce hoy su brillo original gracias a la memoria de los alumnos. Según los expertos del proyecto de restauración, hubo que recurrir al recuerdo de los ex alumnos para lograr el tinte natural del predio.
El piso de granito y mármol de carrara se pulió; igual que los salones con sus mosaicos masónicos, y las históricas puertas de madera fueron renovadas.
El piso de las aulas superiores, elaborado con caoba nacional, y los servicios sanitarios de damas y caballeros reflejan -tras los arreglos- elegancia por sus baldosas, mobiliario y grifería, recobrando así "la mística y espíritu" que caracterizó, en el pasado, a este templo del saber, que supo ganar su lugar en la historia de Panamá.
Una mística que llenó de coraje y amor a sus estudiantes, quienes un 9 de enero de 1964, se lanzaron a las calles, luchando por la soberanía de la Zona del Canal
Había una Escuela Normal y una Superior para Varones, Colegios para Comercios e Industrias con una verdadera anarquía en cuanto al mantenimiento de la uniformidad en sus planes de estudios.
El Presidente José Domingo de Obaldía y el Secretario de Instrucción Pública, Dr. Eusebio A. Morales, se podían sentir muy felices por esfuerzo tan grande que habían llevado a cabo al unir todos estos planteles en uno solo: El Instituto Nacional y que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909. Se utilizó un edificio en la Calle 14 Oeste de esta ciudad (en la actualidad ocupado por la Escuela Manuel José Hurtado), que resultó pequeño desde el primer momento para la matrícula inicial de 298 alumnos distribuidos entre las Secciones Normal, Humanidades, Comercial y Técnica.
La rectoría le fue confiada a un gran pedagogo y hombre de letras, Don Justo A. Facio, panameño de nacimiento, pero quien desde muy pequeño había vivido en Costa Rica.
La idea para crear un gran centro de enseñanza en Panamá se empezó a gastar bajo la administración del Dr. Manuel Amador Guerrero y su Secretario de Instrucción Pública, Don Melchor Lasso de la Vega.
El Poder Ejecutivo sancionó una ley en tal sentido, el 31 de mayo de 1907, pero no vio su ejecución real hasta marzo de 1909. Llevada a cabo la inauguración del Instituto Nacional el 25 de abril de 1909 como ya fue citado, muy pronto empezaron a germinar proyectos para la construcción de un gran edificio para este centro educativo que tuviera mayores facilidades, condiciones técnico-pedagógicas y que fuera un orgullo para todos los panameños.
El Presidente de Obaldía le brindó de inmediato un apoyo total a esa obra y desplegó enormes esfuerzos para llevarla a cabo. Se gestionó la compra del terreno a muy buen precio, en una colina a las faldas del Cerro Ancón, propiedad de la familia Díaz y con una extensión de más de una hectárea.
Los planos se encomendaron al reconocido arquitecto italiano Genaro Ruggieri y la construcción de la obra al ingeniero Florencio Harmodio Arosemena. Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal, este último próximo a inaugurarse.
El Instituto Nacional vendría a ser el cuarto pilar de esta extraordinaria serie de construcciones que empezaban a proyectar la imagen de una gran metrópoli a la ciudad capitalina.
El complejo educativo tendría cinco (5) edificios, incluyendo salones de clases, dispensarios, enfermería, dormitorios, laboratorios, museo, gimnasio, biblioteca, comedor y cocina.
Una gran pared de regular altura se levantaría alrededor y que sirviera no solo como un elemento decorativo de importancia, sino también como muro para controlar la disciplina de los alumnos internos.
Unas grandes figuras ornamentales se compraron en Italia, que luego representaron un reto a la ingeniería para levantarlas hasta el sitial donde se encuentran actualmente. Tomó alrededor de dos días y un gran equipo de trabajo bajo la dirección de Don Alfonso Fernández, un reconocido maestro de obras, con mucho ingenio y experiencia que ya había demostrado en el proyecto arquitectónico del Palacio Municipal.
La construcción general era de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa. A cada lado de las escalinatas centrales y custodiando las puertas de entrada, se colocaron dos enormes esfinges de bronce, que han mantenido a través de los años su mirada adusta y seria vigilando las puertas del Instituto.
En lo más alto de la pared principal, dos grandes ángulos que convergen hacia el centro, como símbolo de protección perpetua para sus aguiluchos.
El Presidente de Obaldía no pudo ver realizado su hermoso sueño de dotar al Instituto Nacional de los nuevos edificios, pues había fallecido de un ataque cardíaco en mayo 1910. Le tocó al Presidente Pablo Arosemena, inaugurar esta sede el domingo 18 de junio de 1911, por la noche cuando prestigió con su presencia y la de su gabinete un esplendoroso acto social, llevado a cabo en el Aula Máxima de ese plantel, el más hermoso salón de reuniones de esa época.
Se había repartido un gran número de invitaciones y asistió una selecta concurrencia, que dio muchísimo realce a la ceremonia. El plantel entero se encontraba iluminado presentando una imponente y majestuosa apariencia. El patio también estaba con luces de grandes faroles.
La parte musical estuvo a cargo de las Bandas Republicanas y del Cuerpo de Bomberos, con muy apropiadas selecciones. El cuerpo consular y diplomático en pleno, así como todos los altos funcionarios del gobierno también presenciaron esta inauguración.
Las damas, muy bellamente arregladas y vestidas, engalanaban esa noche que pasó a la historia como uno de los mejores actos programados hasta entonces.
Le tocó al Secretario de Instrucción Pública, Dr. Heliodoro Patiño, pronunciar el discurso inicial en nombre del Gobierno Nacional. Rindió tributo, en su formidable pieza oratoria, a la administración bajo cuya dirección se había terminado tan magnificente obra. Delineó claramente los objetivos que se perseguían con el Instituto Nacional y expresó asimismo las esperanzas que representaban los beneficios duraderos que traería para las generaciones de jóvenes de Panamá.
Respondió a estas elocuentes palabras el Rector del plante. Terminada la ceremonia, la concurrencia bajó las escalinatas hacia el vestíbulo donde se brindó con champagne. Más tarde se distribuyeron botones de rosas escogidas y atadas con cintas de seda que llevaban una inscripción alusiva al acto.
Se procedió posteriormente a dotar las aulas y oficinas con todo lo necesario para el inicio de clases y se nombró mediante el Decreto Ejecutivo No. 80 al personal de educadores:
Rector:
Dr. George Goetz
Director Sección Normal:
Dr. Richard Newman
Profesores:
Etica:
J. D. Moscote
Psicología y Lógica:
Eusebio A. Morales
Pedagogía:
George Goetz
Español:
Dr. José Herrera y Alfonso Fábrega
Inglés:
John Stewart
Francés:
Manuel Patiño
Alemán:
Richard Newmann y George Goetz
Historia:
Ricardo J. Alfaro
Arte:
George Goetz
Geografía:
Richard Newmann, George Goetz y Ernesto Stoltz
Ciencias Naturales:
Otto Lutz y R. T. Marqués
Física:
Eugenio Lutz
Química:
Silvio Pelizzolo
Dibujo:
Fco. Vallarino
Artes Manuales:
Daniel Montón
Canto:
Narciso Garay
Recitación:
George Goetz
Matemáticas:
Eugenio Lutz, Lorenzo Barraza Y Ernesto Stoltz
Gimnasia Y Deportes:
G.L. Michand
Música:
Narciso Y Nicole Garay
Antropología E Higiene:
Umberto Paoli
Se programó para una matrícula de 1,000 alumnos (externos) y 200 internos. Las clases se iniciaron formalmente el día 15 de julio.
Desde los primeros días se notó una gran disciplina y enorme deseo de superación y de aprendizaje de los alumnos. El licenciado Manuel Roy, primer egresado del Instituto Nacional en llegar a ocupar la rectoría del mismo, acuñó varios años después el lema:
"Todo por la gloria institutora"
que ha servido de guía a este plantel a través de los años. La visión de grandeza en el aspecto educativo que siempre mantuvo el Presidente José Domingo de Obaldía le hizo concebir esos majestuosos edificios y la organización para una instrucción superior en la nación.
Y desde su noche inaugural el Instituto Nacional y sus aguiluchos han transitado por la historia patria, en todas las posiciones y trincheras. Imprimiendo un sello de acendrado patriotismo y reciedumbre, firmeza y decisión, como verdaderos "cariátides de bronce".
La necesidad de crear un centro educativo de primer nivel, capaz de formar profesionales para el desarrollo del país, surge durante la administración del presidente José Domingo De Obaldía y su secretario de Instrucción Pública, Eusebio A. Morales.
Es así, como el Instituto Nacional abre sus puertas un 25 de abril de 1909, utilizando como centro, un pequeño edificio en la ciudad capital, en donde albergó inicialmente una matrícula de 298 alumnos, bajo la rectoría del pedagogo e intelectual panameño, don Justo Facio.
Fue entonces cuando el presidente De Obaldía impulsó el proyecto de construir un gran edificio para el Instituto Nacional, que fuera a la vez orgullo nacional.Para eso se adquirió una hectárea de terreno en una colina, en las faldas del Cerro Ancón en la ciudad de Panamá.
Al reconocido arquitecto italiano, Genaro Ruggieri, se le encargaron los planos, mientras que la obra fue dirigida por el ingeniero Florencio Harmodio Arosemena.
Ya este binomio se había anotado resonantes éxitos en los bellísimos edificios del Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal. El complejo educativo constó de cinco pabellones.
En su punto más alto se le decoró con unas grandes figuras femeninas de bronce que sostienen la bandera y el escudo de armas de la naciente República. Al centro, entre ambas figuras, vemos dos grandes águilas de bronce que simbolizan la protección perpetua de los aguiluchos, como se les conoce a sus estudiantes.
Ya en la entrada principal del edificio, a cada lado de las escalinatas de acceso, se plantaron dos enormes esfinges de bronce, traídas desde Italia y esculpidas por Gaetano Chiaremonte. Ambas significan sabiduría y genialidad. Su cabeza, la razón; el cuerpo de león, bravura; y sus alas, la libertad.
La construcción general del edificio es de piedra, acero y concreto con mosaicos y mármoles traídos especialmente de Europa.
Correspondió al presidente Pablo Arosemena inaugurar la sede educativa, un domingo 18 de junio de 1911, siendo secretario de Instrucción Pública Heliodoro Patiño y rector, el profesor germano George Goetz Como fecha inaugural se señala el 17 de julio de 1909; pero los apuntes de historiadores indican que abrió sus puertas el 25 de abril de 1909.
Hoy día, a casi un siglo de su construcción, y tras seis años de trabajo de restauración, por el orden de los 8.3 millones de dólares, el emblemático edificio del Instituto Nacional de Panamá vuelve a lucir su antiguo esplendor. Sin embargo, la arquitectura más difícil de recobrar, fue su edificio principal que aloja la Rectoría, las oficinas administrativas y el Aula Máxima. Los trabajos se reanudaron en abril de 2005 a un costo de 3 millones 300 mil dólares.
Ese edificio, de corte neoclásico, hubo que restaurarlo con cuidado por sus detalles arquitectónicos. Los trabajos de restauración lograron detener el deterioro de las enigmáticas esfinges y restaurar su belleza original. Algunos orificios de bala en sus costados, se dejaron intactos como legado para las nuevas generaciones.
Viejas fotografías y recuerdos de ex alumnos permitieron recrear el color dorado quemado en la fachada del pabellón histórico. El friso griego de mármol, con alegorías a las artes, ciencias y el comercio, fue restaurado. También la placa con el nombre y fecha de fundación del colegio.
Uno de los principales ambientes del edificio luce hoy su brillo original gracias a la memoria de los alumnos. Según los expertos del proyecto de restauración, hubo que recurrir al recuerdo de los ex alumnos para lograr el tinte natural del predio.
El piso de granito y mármol de carrara se pulió; igual que los salones con sus mosaicos masónicos, y las históricas puertas de madera fueron renovadas.
El piso de las aulas superiores, elaborado con caoba nacional, y los servicios sanitarios de damas y caballeros reflejan -tras los arreglos- elegancia por sus baldosas, mobiliario y grifería, recobrando así "la mística y espíritu" que caracterizó, en el pasado, a este templo del saber, que supo ganar su lugar en la historia de Panamá.
Una mística que llenó de coraje y amor a sus estudiantes, quienes un 9 de enero de 1964, se lanzaron a las calles, luchando por la soberanía de la Zona del Canal
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